Diálogo sobre “Cuentos de un papá” con Gabriela Orfanelli


Olavarría, 14 de febrero de 2020

Diálogo sobre “Cuentos de un papá” con Gabriela Orfanelli
Por Ramiro Brunand


            Iniciar el proceso de presentación del libro fue la parte más compleja. Muchas personas que me acompañan en mi vida trabajaron conmigo para que mi primer acercamiento a esta experiencia fuera gratificante. Y el resultado superó ampliamente mis expectativas.
            Durante 2019 comencé a estudiar italiano. Ese espacio se constituyó en un lugar de mucho valor para mí, no solo por lo atractivo de aprender una nueva lengua, sino por lo agradable de compartir tres horas a la semana con personas con historias y realidades tan diversas como interesantes.
            Entre tantas personas, me crucé con Gabriela Orfanelli, Gaby, con quien previamente había tenido un acercamiento a partir de mi trabajo en el Programa Nacional de ESI.
            El humor, las ganas, el amor por la lengua italiana, fueron cosas que nos permitieron construir un vínculo que es sumamente enriquecedor. Y el valor de la palabra como pilar fundamental en la transformación del mundo es lo que más nos unió. Recuerdo que cuando comenté en clase, tímidamente, que estaba escribiendo cuentos a mi hija, Gaby me preguntó sobre el contenido. Yo le dije que se trataba de cuentos que no eran simples en su forma, sino complejos, con una carga simbólica amplia, que requerían la presencia de adultos/as para ser leídos. Ese era mi objetivo desde el inicio: posibilitar un encuentro a través de la lectura. Mi encuentro con mi bebé. Frente a mi respuesta, me dijo: “muchas veces se subestima a los niños”. Su evaluación me pareció tan atinada, de un poder de síntesis y condensación tan grandes, que supe en ese momento que si alguna vez presentaba el libro, la quería cerca.
            Afortunadamente, la invité y aceptó.
            Este texto surge del diálogo que tuvimos ese 21 de diciembre de 2019, momento en el que Gaby fue tan generosa como para sentarse frente a mucha gente a mi lado para hablar acerca de lo que escribí.
            Su presentación fue, tal vez, el puñado de palabras más agradable que haya escuchado sobre mi persona, o al menos, sobre mi rol como escritor: “Buenas tardes a todos, a todas, bienvenidos, bienvenidas, a este hermoso encuentro de gente conocida, de amigos, amigas, compañeros… Y digo encuentro porque es realmente un encuentro con el otro, abre un espacio para la reflexión, es una reunión de gente conocida que viene a acompañar y a compartir con alguien muy especial un desafío, una propuesta una utopía, tal vez, en algún momento, o un sueño que se ha concretado.
            Cuando Ramiro me invitó a participar de esta aventura, reconozco que sus historias me conmovieron. Y acepté, acompañarlo en este acontecimiento, sin dejar de pensar en alguna dedicatoria que él escribió por ahí, que decía ‘las causalidades nos cruzan con las personas indicadas en el momento preciso’. Y sí, me puse a pensar que la vida es eso, cruzarnos permanentemente con seres, con sujetos, con hechos, con circunstancias en el momento adecuado, para que otros eventos, acontecimientos, surjan. La vida es eso, el circuito de la vida es un conjunto de energía que nos mueve, que nos moviliza, puntos de encuentro, de desencuentros, hospitalidades que se cruzan para lograr un objetivo determinado. Cuando el otro nos interpela, nos atraviesa, deja huellas. Y de alguna manera, nos invita a participar de su mundo. ‘Cuentos de un papá’ me interpeló, conmueve, genera espacios de escucha para todas esas voces que aparecen en esas historias, y facilita la deconstrucción de un mundo liderado por la tecnología. Que no es ni bueno ni malo, pero que a veces opaca el efecto humanizante de la palabra, del diálogo, de la comunicación dialógica que plantea Freyre. Es el lenguaje, la palabra, la que habilita, que nos permite comunicarnos, comunicarse, la que permite la construcción de vínculos. La palabra es un gesto mínimo necesario, para crear vínculos, y construir espacios de cuidado. A través del mundo de las palabras, nos constituimos en seres más confiables, más seguros, especialmente si esas palabras vienen acompañadas de las personas adecuadas en el momento justo. Es decir, si vienen de la mano de los adultos, que cuando somos pequeños, seres en vías de construcción, producen en nosotros eficacia simbólica, porque nos leen, nos hacen leer, visualizar, nos miran, nos dan lugar. ‘Cuentos de un papá’ está escrito por un autor interpelado por un otro que no es cualquier otro, sino un otro significativo. ‘Cuentos de un papá’ presenta todo nuestro mundo simbólico, donde el lugar de la palabra, el arte, la naturaleza, cobran vida, y se complotan para dar lugar a la imaginación y a la creatividad.
            Ramiro Brunand es el autor de ‘Cuentos de un papá’.
            [En los roles que desempeñó en el Programa Nacional de ESI], tenemos nuestro primer punto de encuentro. Trabajando en simultáneo, no lo conocí en persona. El segundo punto de encuentro también nos nuclea, y es la palabra, pero de la lengua italiana. Fue la Dante, el idioma italiano, el que le dio rostro a Ramiro, ahí cobró vida su figura cuando se presentó, y yo conocí ese compañero que compartió saberes de ESI y cuestiones de género conmigo. Y el último trabajo al que aspiró y concretó hace once meses, es como papá de María Victoria, seguramente el más lindo, el más tierno, y tal vez el más complejo que le haya tocado desempeñar. Bienvenido, Ramiro Brunand”.
            Posteriormente, compartimos un diálogo acerca de mi proyecto, y también en relación a algunos de los cuentos, específicamente.


            - ¿Cuándo empezó a cobrar vida este proyecto, cuándo decidiste o sentiste la necesidad de plasmar en una hoja estas ideas que iban y venían por tu cabeza?
            - En primera instancia, yo escribo desde siempre. Pero con el nacimiento de Vicki fue como que tomó fuerza transmitir cosas a través de la palabra, y no solamente a través de juegos y tiempo compartido con ella. Cuando empecé a leerle, los cuentos que tenía en mi casa no me gustaban, porque eran muy tradicionales, así que le escribí un par y se los empecé a leer. No estaba seguro si los iba a entender, si le iban a gustar, pero me animé. Después dejé, porque me inhibí un poco, pero creo que a ella le gustó en su momento. Después, empecé a compartirlo con mi familia y mis amigos, y ahí comenzó a tomar más fuerza, porque me dijeron que estaba bueno lo que estaba escribiendo, que me animara porque había cosas para decir. Yo sentía que tenía cosas para decir. Así que, después de un par de meses, arranqué, y escribí un montón de cuentos juntos, y cuando tuve un conjunto de cuentos que me convencía, me animé a publicar el libro. En el momento fue un desafío, regalárselo para Navidad, y se concretó, por suerte. Por suerte y mucho esfuerzo. Básicamente lo que me animó fue compartir los cuentos con otras personas, que no quede solamente en el vínculo con Vicki.
            - Los que hemos leído, ¿hemos interpretado bien el eje que nuclea todos los cuentos, es decir, la palabra? Si bien para vos como psicólogo, la palabra es el recurso fundamental para ayudar a otros, ¿por qué consideraste necesario revalorizar la palabra como elemento indispensable de comunicación con otros?
            - En realidad, siendo papá, tenía muchas preguntas. Antes, creía que iba a ser sencillo, que cuidar a una bebé iba a ser muy fácil. Y cuando nació Vicki, me encontré con que tenía más preguntas que respuestas, así que volví a lo que siempre me sirvió que es pensar las cosas a través de lo simbólico, de la palabra, y qué tiene de valor eso. Y en los cuentos encontré una forma para transmitirle que, a través de la palabra, se pueden construir todas las realidades posibles, que uno se puede correr de las inhibiciones, las frustraciones, los miedos, y animarse a más, a través de solamente decirlo y creerlo. Y por supuesto, como vos decís, la palabra cura, sana, nos hace felices, nos da valor, sirve para transmitir el amor… todo eso, a través de la palabra. Por eso elegí esa forma, además de las tardes que compartía con ella mirando una serie y ella dormida en mis brazos, y las risas que compartíamos a la noche, necesitaba decirle cosas, y me parece que los cuentos eran la manera.
            - Nosotros los adultos tenemos una función muy importante en la constitución subjetiva de estos niños, niñas y adolescentes. Especialmente cuando se trata de poderlos empoderar, de transformarlos en sujetos resilientes para que puedan transitar situaciones adversas y no tan adversas. Una palabra de aliento es una forma. ¿Qué punto de encuentro tienen para vos “El perfume secreto” y “La artista”? Si es que lo tienen, yo se lo encontré…
            - “La artista” es el primer cuento que escribí. Les cuento brevemente de qué se trata: es de una babosa que quiere ser artista, pero le enseñaron toda su vida que lo único que tenía que hacer era trepar y comer. Y por casualidad, se encuentra con herramientas que ya tenía, pero que no había visualizado antes, y es a través de la palabra de una babosa anciana, con mucho saber, que toma valor para hacer lo que tiene que hacer. Para mí, las personas que han experimentado mucho en la vida tienen mucho saber para transmitir. Es el cuento que más me representa, obviamente, porque era animarme a escribir. Y “El perfume secreto” también trata un poco sobre eso, sobre decir la palabra justa en el momento indicado para que un sueño se transforme en algo posible de realizar, y no se quede simplemente como un ideal. Tienen eso en común: palabras dichas en el momento indicado, pero por casualidad.
            - “El día que se fugaron los dibujos” y “¿Quién tiene el control?” muestran otras posibilidades de conectar con los otros que no sea a través de la Play, o del celular. ¿Qué nos podrías decir?
            - Para mi familia, la que conformamos con Igui y con Vicki, la tecnología está básicamente prohibida. No porque sea mala, como vos dijiste, sino porque queremos que ella crezca con lo que nosotros hemos crecido, que fue tiempo compartido con nuestra familia, actividades que no tengan que ver con sentarnos a mirar una pantalla, por más que todos lo hacemos. Y por supuesta el cantar, que lo hacemos un montón, el bailar, aunque me dé un poco de vergüenza, dibujar, leerle un cuento, hablarle, hablarle en otros idiomas, yo le hablo en inglés, en italiano, debe tener muchas cosas en la cabeza… Para mí, todo eso es fundamental para construir un vínculo que vaya más allá de la imagen, la foto familiar, que es lo que nos muestra la tecnología.
            - Ponerse en el lugar del otro no es tarea sencilla. Es lo que llamamos “tener empatía”. Y, muchas veces, mi lugar, o el lugar del otro, tiene diferentes perspectivas. ¿Cómo se te ocurrió pensar la vida de un niño desde la mirada de un niño? En el cuento “Punto de vista”, porque lo relata un niño…
            - Sí, lo relata una bebé, chiquitita, que solo se rola y no hace mucho más. Se me ocurrió, obviamente, mirándola a Vicki todo el tiempo. En realidad, yo le hablaba. Y siempre nos reímos con mi familia porque mi papá, que está por acá dando vueltas, siempre nos hablaba con palabras que no se entienden. Las palabras que usamos casi todos con los bebés, que tal vez no dicen nada pero que transmiten un montón. Entonces yo le hablaba a Vicki y decía: “¿qué debe pensar esta bebé, que viene una cabeza grande, con una nariz gigantesca, y le habla de cerca?”. Entonces se me ocurrió escribir un cuento a partir de la visión de una bebé, para hacerlo un poco ajeno a Vicki. Ese cuento está contado en primera persona, y lo que muestra es básicamente el otro punto de vista respecto de lo que vemos los que somos padres y pensamos que estamos haciendo lo mejor para nuestros hijos. Está contado por una bebé feliz, que también me parece importante. Porque ella lo es. Cuando la miro a Vicki, yo veo una bebé feliz. Me gustó mucho escribirlo porque fue una forma de darle una voz que todavía no tenía, solamente balbuceaba.
            - Por eso yo dije que los cuentos habilitan distintas voces, ¿no? Bueno, y la última pregunta. Otro de los cuentos, creo, que te descentra del lugar de escritor, desde otro escenario, es “Tu cuerpo tiene historia”. Yo le pregunté si lo había escrito María Ignacia, porque da la sensación. ¿Por qué nuestros cuerpos tienen historia?
            - Los que trabajamos en Psicoanálisis sabemos que el cuerpo no es este cuerpo que vemos, podemos tocar, sino el cuerpo que construimos a través de la palabra. El cuerpo siempre está tocado por la palabra, por eso sufrimos tantas cosas en el cuerpo. Yo quería escribirles un cuento a ellas dos, como regalo para el Día de la Madre. Este fue el último cuento que escribí para este libro, porque era el más difícil. Lo arranqué un montón de veces desde mi perspectiva, como papá, como Ramiro papá, y no me salía, no podía, me trababa, así que se me ocurrió utilizar la voz de Igui, y ahí pude animarme a enlazar las palabras. Y les quise contar la historia que tiene nuestra familia. Para mí, es una historia re linda. Por más que tenga sufrimiento, dolor, es una historia apasionante, y está reflejada en ese cuento. Para mí, que ella tenga ese regalo es lo más valioso.


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