“La Emperatricia”: una posibilidad de definir la situación de las mujeres en el mundo. Diálogo con Claudia Lajud


Olavarría, 8 de marzo de 2020

“La Emperatricia”: una posibilidad de definir la situación de las mujeres en el mundo
Diálogo con Claudia Lajud
Por Ramiro Brunand



            ’La Emperatricia’ es una posibilidad de definir la situación de las mujeres en el mundo”. Con esa hipótesis definió mi cuento una de mis referentes más importantes.
            Claudia Lajud, tal como la presenté el día que presenté el libro, es Educadora, Antropóloga, Diplomada y Especialista en Género y Políticas Públicas. Se ha desempeñado en la gestión pública en la Dirección de Psicología Comunitaria y Pedagogía Social, ejerciendo el rol que nos cruzó profesionalmente y permitió la construcción de un vínculo de mutuo respeto y afecto. Cuentan también con su trabajo la Facultad de Ciencias Sociales, el Programa CHESIDA y la cátedra libre “Sexualidades, Género y Derechos Humanos”. Además se desempeña como docente de Educación Sexual Integral en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, y como consultora de ESI del Fondo de Población de las Naciones Unidas. También es abuela de una niña creativa y hermosa.
            El concepto de género, como categoría relacional, me ha permitido emprender el camino de cuestionamiento y deconstrucción de muchos de los estereotipos que me han habitado desde chico, sostenidos en discursos, prácticas y hábitos cotidianos. Poder empezar a pensar las cuestiones de poder desde la desigualdad abrió un universo nuevo, que me llevó en una búsqueda que, en parte, culminó con la escritura de este libro. O comenzó con este libro, también es válido.
            Crecí rodeado de mujeres con voz fuerte, que se imponen. Fue una característica aleatoria, podría haber sido otra la historia, pero sucedió de esa manera. Creo que fue uno de los motivos más importantes en relación a la posición que sostengo sobre el acceso a la palabra del mundo femenino. Tal como se ha dicho muchas veces, el poder y lo femenino siempre tuvieron un vínculo complejo: en el medio, construyendo límites muchas veces inquebrantables, se ha interpuesto lo masculino. No por casualidad es el papá de Magdalena, en el cuento, quien menos la entiende. Quien la corrige. Quien intenta silenciarla, a pesar de estar atravesada por el amor de padre.
            Cabe la pregunta: ¿todos los hombres son así? Anticipo la respuesta: no. Y ese es el segundo punto esencial que destacó Claudia Lajud en el diálogo que sostuvimos sobre “La Emperatricia”. Aún en tensión, aún en construcción, aún en desarrollo, hay lugares posibles para que los hombres, desde el universo de lo masculino, acompañemos el crecimiento y fortalecimiento de la lucha feminista. Porque feminista no significa mujeres contra hombres, como socialmente se ha instalado en gran parte de nuestro país. Feminista significa igualdad, ampliación de derechos, cuestionamiento del ejercicio de poder machista sostenido por el sistema violento y genocida que llamamos “patriarcado”.
            En mi cuento, decidí escribir “Emperatricia” con mayúscula, porque se trata de un nombre. Un nombre que decide llevar una niña, que ha comprendido que el mundo ha estado gobernado por hombres que sólo otorgaban un lugar secundario a las mujeres. Hombres que sólo veían en las emperatrices una mujer bella, que acompañaba. ¿Todos los hombres somos así? No, y Magdalena lo sabe muy bien, por eso llama a sus compañeros a sumarse a la pelea contra la desigualdad. “Emperatricia” con mayúscula: porque lo simbólico es la estrategia más eficaz contra los prejuicios, la ignorancia y la violencia.
            Con calidez, y sobre todo, con suma valoración de mi producción, Claudia Lajud dijo esto sobre mi cuento:
            Buenas tardes a todas, a todos. Para mí es un enorme placer acompañar hoy a Ramiro. Como él me dijo, nos encontramos ahí por la vida, en un salón grande. Nos vimos por primera vez en un salón muy muy grande, con un desafío, también, muy muy grande, que era pensar una política pública que tiene que ver con la Educación Sexual Integral. Acompañado por Igui, en ese momento. Fue un gran placer conocerlos, y transitar todo ese proceso juntos.
            Qué más que celebrar cuando hay una presentación de un libro. Es una gran celebración. La escritura, y por ende también la lectura, es una de las herramientas más potentes con las que contamos para transformar el mundo. Y cuando digo transformar el mundo, no lo hago en un sentido amplio, sino bastante concreto. Ramiro intenta transformar el mundo concreto de la experiencia de ser padre con su hija. O sea que transformar el mundo, muchas veces tiene que ver con las microhistorias, con las historias pequeñas, con las historias de nuestras vidas. Es decir que cada una, cada uno de nosotros, podemos transformar nuestro mundo, en la medida de lo posible, con pequeños actos que hacen que nos relacionemos con otros, y construyamos otras posibilidades.
            Hoy Gabriela[1] describía muy bien la cuestión de encontrarse en la vida con otres, y poder ir construyendo nuevas historias, nuevas relaciones, nuevas formas de habitar el mundo. A mí, “La Emperatricia” me encantó. Los que me conocen, algunos más, algunos no, saben que la cuestión de género es una cuestión que a mí me tensiona y me desafía todo el tiempo. Y “La Emperatricia” es una posibilidad de definir la situación de las mujeres en el mundo.
            No somos “Emperatriz”, como dice la Real Academia. Ya no nos importa lo que dice la Real Academia. Nos definimos y asumimos nuestro estar en el mundo como lo sentimos. Y Magdalena se sentía una Emperatricia. No era una emperatriz, porque una emperatriz era ser anexo de un hombre. Y ella no tenía ninguna intención en esta vida de ser anexo de un hombre. En todo caso, podía ser compañera, por elección.
            Se definió a sí misma como “Emperatricia”. Yo me la imagino a Victoria, en unos tiempos futuros, una Vicki Emperatricia. Empoderada, diríamos nosotros, los que transitamos las cuestiones de género. Empoderada para habitar un mundo donde tenemos que desafiar las cuestiones de poder. Porque la verdad es esa: cuando nos nombramos, cuando asumimos lo que queremos ser en este mundo, estamos desafiando el poder. No gratuitamente hoy, en el mundo de las letras, la discusión es el lenguaje inclusivo. Discutimos a ver si tenemos que decir “otras”, “otros”, “otres”. Algunos se molestan, les causa un poco de impresión ese “otres”, “nosotres”. Y por ahí salen los lugares de poder a defender: “así no se habla. La Real Academia dice que se habla de otra manera. Las reglas ya están establecidas”. Y sin embargo, somos sujetos políticos, todos y cada uno, sujetos políticos que habitamos contextos históricos y sociales bien reales y específicos. Y en este momento histórico y social, el movimiento de mujeres empieza a denominarse, y a llamarse a sí mismo, como desea, con lo que siente, como pretende. Empieza a desafiar un poder, un poder real que es la relación con el mundo de los varones, de los hombres.
            Me gustó mucho cuando el cuento dice que nunca entendían por qué luchaba Magdalena, cuál era el motivo de su lucha. Y me parece que esa es una pregunta abierta, y que todo el tiempo debemos y tenemos que estar explicándola. Como en este momento, tenemos que estar explicando por qué Magdalena decidió llamarse “Emperatricia”.
            Y hay otra cosa que me gusta mucho del cuento, ya finalizando, que es cuando dice que para gobernar, hay que usar pollera y corbata. Con pollera y con corbata: acá, estamos pensando en la posibilidad de que ese poder, que se transita, ese poder que nos desafía y que nos tensiona todo el tiempo en las relaciones humanas, es un poder que podemos compartir, que podemos construir, de otra manera. Que podemos habilitar de otra manera. Que podemos dar lugar a que suceda de otra manera. Y a mí me parece que “La Emperatricia” es eso. Decir “Emperatricia” es tomar el poder, de alguna manera, desafiar a los otros en esa relación, construir un nuevo mundo de palabras, que no necesariamente son las que nos expresaron hasta ahora.
            Como generación más adulta, estamos impelidos, exigidos, de poder acompañar. Ya los jóvenes pueden interpretar estas cuestiones de otra manera, porque están más cercanos a estas posibilidades, al mundo adulto. Al mundo, por ejemplo, de los abuelos y de las abuelas, que somos los que tenemos esta brecha generacional tan grande, que nos cuesta interpretar esas cuestiones. A veces no lo podemos entender, a veces podemos no estar de acuerdo o no. Lo importante es habilitar la palabra, habilitar el espacio para que eso suceda. Y a mí me parece que Ramiro, con este cuento, específicamente, está habilitando la posibilidad de habitar este mundo de otra manera, poniendo en tensión lo asignado socialmente, eso que esperan de nosotros cuando nacemos. Si son mujeres, esperamos que se comporten, y hagan, y se vistan, y digan, y piensen, de determinada manera. Si son varones, lo tienen que hacer de otra. Sin embargo, “La Emperatricia” desafía. Y dice: “bueno, vamos a ver de qué se trata todo esto, vamos a ver cómo vamos a gobernar el mundo, vamos a ver, si nos permitimos, habitar otro mundo posible”.
            Me encantó el cuento, me gustó mucho. Y además es un cuento que habla mucho de nuestra construcción, de la posibilidad que tuvimos juntos de ir, como vos decís, deconstruyendo aquello que heredamos, para transitar algo diferente. A mí, me encantaría tener un papá como el que tiene Vicki. Y creo que necesitamos, las mujeres, necesitamos muchos compañeros como el papá de Vicki, que nos ayuden en esta historia de deconstruir un mundo que ha sido demasiado desigual, demasiado injusto, y todavía sigue siendo demasiado violento para muchas mujeres. Así que, muchas gracias Ramiro”.




[1] Léase “Diálogo sobre ‘Cuentos de un papá’ con Gabriela Orfanelli”.

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