13. Tu cuerpo tiene historia


Tu cuerpo tiene historia




         Cuenta la leyenda que nuestro cuerpo tiene historia. La historia propia escrita en nuestras manos, nuestro pelo, nuestra piel. Historias de otros, que nos hicieron lugar en el cuento, que nos acunaron, que nos vieron florecer.
     Tu historia arranca antes de que empezaras a crecer adentro mío. Arranca en una esquina, en pleno junio y hace muchos años, donde con papá decidimos que la vida era más linda si la compartíamos juntos. Me acuerdo de tener mucho frío, pero que no me importara, con tal de poder verlo. Fue conocer otra clase de amor.
     Arranca con la decisión de seguir juntos a pesar de todos los cambios, de ciudades, de distancias, de tiempos distintos, de peleas, de encuentros y alejamientos.
     Tu historia arranca con la vuelta a nuestra ciudad, con el crecer de golpe para dejar de ser adolescentes. Arranca con desear pasar a ser tres, renunciando a la total exclusividad y empezando a pensar en otro centro.
     Arranca con una búsqueda que fue corta pero intensa, placentera, pero con miedos, ansiedades y angustia por no saber cuándo ibas a llegar. Casi que fuiste extranjera.
     Tu cuerpo tiene historia.
     Te acaricio la frente mientras tomás la teta, y siento tu piel suave, sin marcas, solamente cubierta de besos y amor. Y sí, algún que otro golpe que ya te diste. Esa piel es la de tu papá, la puedo reconocer por las caricias que le hago a él.
     Desde el primer día tuviste esa sonrisa dibujada en la cara. Ahí estábamos, los tres en una habitación de la clínica, todavía confundidos y mareados, y de repente apareció esa sonrisa que lo tranquilizó todo.
     Hoy tus risas son interminables, constantes, ruidosas. Son tu forma de mostrar alegría y de demostrar cariño. La bisabuela Angélica te enseñó eso. Reírse para divertirse, y reírse para sanar.
     Tus dientitos no sé a cuáles se parecen. Están creciendo de repente, medio alocados, uno por cada lado pero sabiendo que forman un equipo, a pesar de la distancia y de no encontrarse a menudo. Suena un poco a todos tus tíos.
     Tus ojos fueron un misterio por un tiempo, había posibilidades de todos los colores. Pero pasaron algunas semanas y se decidieron poner cómodos en un marrón sincero, noble, simple, humilde.
     Pero tu mirada es compleja, afilada, intrigante. Es profunda y reflexiva, como la de la bisabuela Litín, que dice a veces más cosas en silencio que con palabras. Y también es muy observadora, pensante, evaluadora, como la del bisabuelo Pablo. Siempre atenta, siempre expectante, pero cálida.
     Ahora te dormiste. Me regalaste esa sonrisa de teta, cruzando esa mirada que sólo compartís conmigo, y te entregaste a tus sueños.
     Tu cuerpo está todo relajado, en general no es así. Tus piernas se mueven todo el tiempo: cuando jugás, cuando me llamás, cuando te gusta lo que estás comiendo. Esa fuerza viene de tus abuelos.
     El abuelo Marcos siempre sostuvo todo a fuerza de su voluntad, de no ceder, de soportar un poco más. Por eso hoy ya casi te estás parando. Y la abuela Norma te heredó esa fuerza inagotable para emprender todo lo que querés, incluso si duelen los tobillos, o estás de rodillas y no te podés poner de pie.
     Los dos te alzan, te sostienen, para que tus raíces sean bien firmes.
     Tus brazos también son fuertes, tienen energía, movimiento, no se rinden. El abuelo Carlos tiene mucho que ver. Él se construyó, se reconstruyó, y se volvió a construir a pesar de estar en el suelo. Tiene esa capacidad. La espalda un poco cansada, pero orgullosa.
     Me encanta pasar mis dedos por los tuyos. Podría quedarme toda la vida así.
     Tus manos, esas manos… Todo de vos está en tus manos.
     Cuando jugás, son incansables, trabajadoras, y hacen muchas cosas a la vez sin perder el ritmo nunca. Son como las de tu bisabuela Chichín.
     Muchas veces te las agarrás, te acariciás vos sola, jugás. La abuela Laura hace eso cuando se duerme, pero me contaron que tu bisabuelo Toto era el que siempre se las frotaba, cuando estaba sentado. Tal vez intentaba aliviar el cansancio de tanto trabajo puesto en la quinta, esa quinta donde todos nosotros crecimos, y donde vos vas a crecer. Sus manos construyeron un espacio de amor, de encuentro, de familia.
     Tus manos también construyen amor. De a poco, cada vez más despacio, con menos impulsividad y mayor dirección. Cuesta aprender a mimar. Por suerte tenés a Pipo para practicar: aunque le arrancaste los pelos tantas veces, él nunca te ladró.
     Tu bisabuelo Facundo sabe de cuidar animales, de darles afecto, así que de a poco vas a aprender mejor.
     ¡Epa! Hola, bebé. Otra vez te despertaste.
     Me decís algo con esa voz tan dulce que tenés cuando recién abrís los ojos.
     A veces tus gritos se escuchan por todos lados. Voz fuerte, poderosa, decidida, imponente, a veces un poco aturdidora. Todos los que llevan tu apellido son así, arrancando por tu bisabuelo Humberto. A papá le contaron que él siempre hablaba fuerte, y que sus halagos y retos siempre fueron dichos, aunque antes se estilaba otra cosa. El amor por la palabra también debe venir de ahí.
     Pero vos le ponés tu propia impronta a esa voz. Con tu personalidad, que es arrasadora, convocante, protagonista. La bisabuela Mirna diría que te parecés un poco a ella, y tendría razón. El alma de todas las fiestas.
     También sos fiel, estable, siempre estás presente. Con un grito o un susurro nos decís todo lo que necesitamos escuchar. Pronunciar la palabra justa en el momento indicado, eso lo sacás de tu abuela Laura, mi mamá.
     De papá, aunque a él no le guste, tenés su obstinación, que se transforma en determinación cuando las cosas se vuelven caos. Él nos calma cuando hay tormenta y todo tambalea, y desde que naciste vos conmigo también lo hacés cuando lo necesito.
     Y de mí… De mí tenés lo mejor. Papá dice que tus rulos, la forma de tus ojos, lo cariñosa… Que eso es mío, y creo que tiene un poco de razón.
     Pero de mí, tenés mi calidez. No se lo voy a reconocer a nadie más, estas palabras seguramente nunca las vuelva a pronunciar… pero tu alegría, eso que contagiás a los que te ven en la calle, miran una foto o te tienen a upa un ratito, ese calorcito que es amor, compañía, ilusión, eso lo sacás de mamá.
     Y todo lo demás, lo que de a poco va apareciendo, eso tan enigmático… Es tan lindo ir descubriéndolo junto a vos.
     Tu cuerpo tiene historia, pero también tiene espacios en blanco, rincones desconocidos, piel sin marcas que espera contar una historia distinta.
     Tenés la historia de los otros que te acunamos y que te vemos florecer. Pero además tenés el lugar para tu propio cuento, tus propias aventuras, tu espacio y tu forma.
     De tu propia historia lo único que te puedo anticipar es esto: al lado de todo lo que escribas, de todos tus pasos, vas a ver siempre nuestras huellas acompañandoté.

Comentarios

  1. Me llena de amor este cuento. Me emociono y sonrío feliz mientras voy reconociendo a cada uno de los personajes. Hermosa Vicky como hermosas personas tu mami y papi, con un andamiaje fuerte y amoroso que te servirá siempre de red. Se libre, se feliz!!!

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas populares