Carta de una bebé a su mamá
Carta de una bebé a su mamá
Mamá:
Está lloviendo. Cuando
escucho las ráfagas de viento que chocan las gotas contra la ventana, me dan
ganas de dormir la siesta juntas. El ruido del agua me hace acordar a vos.
Todavía me acuerdo que
estaba calentita y sin ganas de salir. Me habías cuidado tan bien, que el
corazón me latía casi igual que el tuyo. Éramos una.
Después
llegué, nacimos juntas. Las dos un poco asustadas, pero de a dos. La primera
noche dormí en tus brazos, y me contagiaste tu calor.
Al principio “Mamá”
significaba una teta, una caricia, un beso, una lágrima de emoción cuando me
mirabas. Significaba risas, aplausos, canciones y cosquillas.
Con el tiempo, con
mirarte, con observar todo lo que hacés alrededor mío, empezó a significar
mucho más.
“Mamá” se transformó en
esos brazos que me acunaban cuando me sentía mal y lloraba por horas. Los
tenías un poco tensos, no sabías bien qué me pasaba. Creo que yo tampoco.
“Mamá”
cambió a dormir poco de noche, levantarte a cada rato por mis gritos, o
solamente para mirarme un poquito. Hasta dormida te sentía.
“Mamá” devino tristeza,
llanto, angustia, dudas. Algunos miedos. No todo es tan lindo. Aparecieron el
dolor, los malos recuerdos, ese enojo por no haber atravesado todo como vos y
papá lo habían imaginado.
“Mamá” implicó
ausencias, muy de a poco, progresivas. Ratos largos en los que otras manos me
tenían, conociéndome de a poco, pero seguras de que nunca me iban a sostener
como las tuyas. La verdad es que me costó a veces esperarte, pero siempre
volviste. Cuando me ponía triste, esa seguridad de saber que ibas a entrar en
cualquier momento me tranquilizaba.
“Mamá” también se
convirtió en enojos, de no entendernos, de desencuentros por los cambios
rápidos que me fueron pasando. Fuiste la que más rápido se adaptó a todo,
aunque no te dieras cuenta.
“Mamá” también conllevó
trabajo, mucho trabajo. En casa, afuera, con otros que, por momentos, te
distraían. Te hacía falta, y a mí también. Creo que con eso crecí un poco más.
Hoy, “Mamá” significa
tantas cosas que no puedo explicártelas todas. Sobre todo porque seguramente me
faltarían muchas. Las palabras no alcanzan para describirte, para contarte todo
lo que mi mamá significa para mí. Lo que vos significás.
Pero sí puedo decirte
algunas cosas, que de a poco fui entendiendo, y sé que vos también vas a
entender.
Dejame, mamá, andá
tranquila. Yo sé que vas a volver. Tu mirada me dice que nunca voy a estar
sola.
Salí, divertite. Me
gusta verte sonreír cuando te acordás de las cosas que hiciste.
Trabajá, concentrate,
interesate, apasionate. Sos fuerte, decidida, comprometida, y sería una pena
que solo yo lo vea.
Enojate. Enojate
tranquila, sobre todo conmigo. No hay enojo sin amor. Si una se enoja, es
porque ama.
Quejate. Porque no te
dejo dormir, porque todavía me cuesta controlar mis manos, porque te mordí un
poquito. Quejate, las veces que quieras, tu frustración solo la entendés vos.
Retame,
mostrame cómo hacer las cosas. Sé que querés que elija cómo ser, de qué forma
habitar el mundo. Pero tus retos me orientan, me guían, me muestran lo que tus
ojos ven como algo positivo, y lo que ven tus ojos para mí es esencial.
Y lo más importante,
mamá: amame. Amame mucho, nunca pares, de todas las formas posibles, aunque
parezca mucho. Tu deseo es mi nido. Hoy y siempre lo va a ser, a pesar de que
vuele tan lejos que casi no me veas.
Acordate que los vientos
fríos hacen que los pájaros vuelvan, en busca de ese calorcito que solo un
hogar puede dar. Ese calorcito… sos vos, mamá.
Te amo, tu bebé.
Comentarios
Publicar un comentario